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La Redención y Reconciliación de la Raza Humana

Cinco Verdades Bíblicas Sobre la Salvación por Manolete - je “D E L E G A R” (Romanos 1:16) Hablando en términos modernos, digamos que el pe...

Thursday, April 19, 2007

Afición A Compás de Pasodoble

AFICION A COMPAS DE PASODOBLE (por Manolete-je)
¡Afición! Palabra apropiada para identificar la afición y pasión de un joven mexicano. Ésta no es la historia del gran Manolo Cámara “El Camarero” sino una breve mirada sobre la afición y la pasión de un joven; la cual le condujo, a compás de un pasodoble, últimamente, al éxito y a la cima de su profesión. Pero, en comparación a tantos otros jóvenes, ella le mantuvo en la cima. Él puso todo el afán y amor, con ganas, pasión, respeto, integridad, sacrificio, y sobretodo, verdad- especialmente cuando parecia que no llegaria a nada. Cómo y cuando le pegó a José Manuel la afición no es fácil precisar. Aparentemente la fiebre taurina le comenzó temprano, en su niñez. Pero que le pegó, y ¡qué le pegó fuerte! No cabe duda. Cada domingo, durante el verano y a partir de noviembre, sea por tele o por la radio, ¡a las cuatro en punto de la tarde! al son de los clarines y “Cielo Andaluz”, Manolo, como se le llegaría a llamar más adelante, no se perdía ni una sola transmisión.

En el verano de 1968, ya sumando los doce años de edad, José Manuel y su familia regresaron a México. El padre de José Manuel, Don Manuel Enrique Cámara, fue enviado, por su empresa, a inaugurar el hotel Aristos, recién construido para las olimpiadas, y localizado sobre el Paseo de la Reforma. Vendieron la casa, y contrataron a una compañía de mudanza para llevar sus muebles a México. Hasta entonces, desde las Navidades de 1960, habían tomado residencia en Texas, y luego en California- en la ciudad de Long Beach. Llegado el día de irse, la familia tomó un vuelo a México, por la línea “Western”. Para José Manuel y sus hermanos, Esteban y Enrique, fue apenas la primera vez que conocerían lo que era volar por un ¡DC-10! Estaban entusiasmados, puesto que se habían acostumbrado a la publicidad- “Western Airlines, the only way to fly.”
Para Don Manuel y su señora, Linda, ambos de 37 años de edad, fue un sueño cumplido el poder volver a su México lindo y querido. No habían considerado poder volver tan pronto. Los niños, aunque nacidos en la ciudad de México, no conocían a su país, y aunque sí hablasen el español, entre ellos se hablaban sólo en inglés. Don Manuel volvía con la gran oportunidad de trabajar en dos hoteles, el Aristos y el Montejo. Más aún, ahora volvía como gerente. Había trabajado en la gastronomía desde los nueve años de edad, cuando falleció su padre, y se tuvo que dedicar a trabajar para ayudar a la familia. Tenía cinco hermanos, y dos hermanas. El era el quinto. Y, como se suele decir, “no hay quinto malo.” Toda la familia tuvo que trabajar. Manuel, y dos de sus hermanos mayores, Domingo y Esteban, se dedicaron a trabajar en restaurantes, cafés, locales, y bares. Con la ayuda de sus hermanos, Don Manuel comenzó a trabajar de garrotero en un café local en Tlalpan. Manuel aprendió rápido, y pronto llego a trabajar de mesero o camarero. (Con el tiempo, años después, en los Estados Unidos, llegaría a ser gerente de alimentos y bebidas). Es por esta razón, que a José Manuel se le daría el apodo “El Camarero.” El reconocido poeta español, Rafael Acevedo, llegaría a escribir, “el cartel chilla los nombres, sobre la blanca paré” Enrique Ponce, “El Juli” y El Camarero.

Al comienzo, ya establecidos en México, los señores Cámara y la familia, especialmente la Sra. Linda, no ponía mucha atención o no se había dado cuenta del volcán de afición que nació en José Manuel.
-“Es cosa de chicos, pronto se le pasara,” solía decir la doña. - “Si no es una cosa es otra,” decía ella. - “Así son los niños; si no es el béisbol, es el fútbol o los toros.”

Fue también, entonces, que José Manuel aprendio a leer el español. José Manuel y sus hermanos entendían el idioma, y lo hablaban, pero no lo habían estudiado. Pero, en el caso de José Manuel, fue cierto el dicho, “el interés lleva patas.” Fue en aquel tiempo que la afición le pegó duro. José Manuel se dedicó a leer y estudiar todo lo pertinente a la fiesta brava, ¡la fiesta de los toros! Se devoraba todo cuanto podía obtener - revistas, periódicos, y libros sobre el asunto, en inglés como en español - pues ni existía todavía la idea del Internet, videos o el DVD. Lo que sí era novedad en México, aquel año olímpico, fue la llegada del televisor a color. Pero, José Manuel pasaba tiempo leyendo y escuchando música taurina, especialmente los grandes pasodobles - como "La Virgen de la Macarena", "España Cañi", "Cuerdas de mi guitarra", "Cielo Andaluz", y "Torero Quiero Ser", su predilecto. Le encantaba también la música flamenca y la guitarra; tanto, que le dio por aprender a tocarla. Manolo quería conocer las hazañas de sus toreros favoritos, y soñaba ser torero. Pasaba tardes jugando a los toros, lo que se llama el toreo de salón, con quien pudiera - obligando, casi, a sus hermanos y compañeros a que le sirvieran de toro. Desarrolló, aún, buena destreza en el dibujo, pues quería poder dibujar y pintar escenas taurinas. Leía, y leía al son de los pasos dobles. Sobre todo, leía de su héroe y su ídolo, Manolo Martínez. Pronto aprendió de otros- como de Manuel Rodríguez “Manolete”, el Monstruo de Córdoba, de Carlos Arruza, El Ciclón; y de Luis Castro, el Soldado; de Silverio Pérez, Juan Silveti, Luis Procuna, y Lorenzo Garza. Le encantaba que papá le contara como él y sus tíos habían visto a Garza, el Soldado, a Solórzano, a Fermín Rivera, a “Armillita” y Arruza.
-Pero, de todos, Carlos Arruza fue el mejor, le decía papá. - “Sólo Arruza le daba a Manolete.” - “¡Papi! Llévame a los toros,” exclamaba el chico con gran pasión- especialmente cuando se anunciaba a Manolo Martinez, Eloy Cavazos, y Curro Rivera.


Mamá se dedicaba a lo que se dedican las mamás. Parece que todo el día se la pasaba en la cocina. Ella era buena esposa y buena madre. También era la que se dedicaba, mayormente, a la disciplina y la crianza de los hijos, pues papá se dedicaba a "primero lo que deja" como solía decir. En aquel entonces, mayormente, las madres se involucraban más que el padre en la crianza de los hijos - en todo y en tantas maneras, sobre todo en que fueran buenos cristianos. Pero papá, a su manera, tierno y firme, también los moldeó. Jugaba mucho con ellos.

Al fin llego el día. Papá, cumplido, lo llevo a los toros; pero fue toda la familia.
-“A dónde va uno, van todos,” decía papá. Esa era “la” regla.

La ciudad de México está en el estado de México. La ciudad entera consiste de muchas colonias y ciudades o regiones pequeñas adjuntas la una a la otra. Los Cámara vivían en la colonia Nápoles, llamada la ciudad de los deportes, localizada cerca de la calzada Insurgentes Sur. Nápoles, en aquel entonces, era un centro deportivo. Se le llama la ciudad de los deportes por ser anfitrión de dos facilidades - el estadio de fútbol y la Plaza Monumental México, la plaza de toros; llamada el “Coso de Insurgentes.” La Plaza México es la plaza de toros más grande del mundo, teniendo cupo para más de 50.000 mil espectadores. Fue inaugurada en febrero de 1946 y sigue siendo, después de la plaza de toros Las Ventas de Madrid, la más importante del mundo. Se dice que en el mundo de los toros hay dos capitales- Madrid y México.

Años después José Manuel describió aquella salida a los toros:
-“Ese verano olímpico fue el más emocionante de mi vida.” -Fue un día bello y emocionante, un día lleno de gran entusiasmo. La anticipación de ir a la plaza es semejante a la anticipación de una criatura esperando que llegue Santa Clos. Imagínate, ¡sentir algo más grande que eso! ¿Es posible? Para muchos jóvenes, como yo, en aquel entonces, sí lo era. Y lo fue para mí. Es tan emocionante que se asemeja a los fanáticos del béisbol en Nueva York corriendo para ver a Babe Ruth. Pero, para mí, y para mis compañeros era algo aún mayor que ver al Sultán del ‘Swat’! El deseo de ir, ver, e involucrarte en la fiesta es semejante al deseo de ir a ver a tu novia. La fiesta de los toros es un espectáculo, es un evento más espectacular que un circo o un rodeo; es un deporte, pero más todavía; es un arte, y un evento apasionante. Pero, para un chamaco, era simplemente el entusiasmo de gustar el toreo, y ver el coraje y el porte del torero en el ruedo, al igual que la nobleza y bravura de 500 kilos macizos de un bravo, pero peligroso, cornúpeta. Más aún, se goza del ambiente con el público, tu familia, y tus amigos. ¡Se goza la enorme plaza de toros México! Se goza el sonido del ambiente, dentro y fuera de la plaza, como el olor de comida en los bares y cafés alrededor de la plaza. El rumbo para encaminarte hacia ella, antes de entrar, te entusiasma. Para mí, ver las paredes del enorme coso, los monumentos, y sus rejas rojas fue imponente. Al estar dentro, se goza de sombra y sol, de anticipación, y de la música. ¡Se goza el son de las trompetas! Y el son de los clarines a las cuatro en punto de la tarde. A esa hora casi mágica, en esos momentos, salen a la puerta de cuadrillas los toreros, los Matadores de toros, como Caballeros andaluces- revestidos en sus resplandecientes trajes de luces. En ese momento, cae sobre la Plaza México un silencio total- casi de un minuto. Y de repente el silencio estalla cuando se escucha el trueno de la banda taurina entonando el pasodoble "Mi Cielo Andaluz". En ese mismo momento también, toda la concurrencia, a una voz se une en cantar, como un coro musical, un grito alargado de ¡ole! Ese grito es como un estallido; es un rugido de ¡ole! En ese instante los toreros y sus cuadrillas desfilan, al compás del pasodoble musical, para iniciar el festejo. Supe, en aquel momento, en lo profundo de me corazón, que yo quería ser torero.

Llegado el año ’70, papá y mamá se dieron cuenta que la afición de José Manuel era más que un pasatiempo.
-“Papá, ¡quiero ser torero!” - “No, José, no sabes lo que dices.” - “Mamá, voy a ser torero.” - “Válgame Dios, que locura hablas, hijo mío,” dijo ella, con cierto temor.
Pero, Manolo, ya de 15 años, estaba decidido.
-“Apenas estoy en edad,” pensaba con sí mismo.
Pues había leído, hace tiempo, que idealmente el matador debe contar de 25 años, y el toro de 5 años y 500 kilos. “Todavía no es tan tarde para mí,” pensaba él.
Ese mismo año, por varios motivos, los Cámara decidieron volver a los Estados Unidos. Don Manuel y su señora tenían el deseo de volver. Además, José Manuel y sus hermanos no pudieron con el nivel académico de México. Don Manuel pidió a la empresa el poder trabajar en Estados Unidos. Con tiempo, se le concedió a Don Manuel la oportunidad de trabajar en un fino hotel en El Paso, Texas, con la corporación Downtowner. En cosa de meses, pues, todo salió adelante, y la familia Cámara se encontró en Texas. Don Manuel ganaba muy bien, y vivieron sin apuros. Con tiempo lograron volver California.

Sobraría espacio, en este relato, recordar la lucha y el éxito de José Manuel en sus detalles. Pero ello sería la historia del Matador, y no la afición y pasión de un joven, que a compás de pasodoble, llegó a ser el número uno. Al fin llego el día cuando papá comprendió la integridad del hijo, a pesar de la oposición de mamá, y le dijo: “¡Sé torero, pues, pero sé el mejor, o no seas nada!” Manolo entendio que eran palabras serias, pero sabias. Con el apoyo de papá, y la ayuda de su tío Pepe, Manolo emprendió el camino hacia la cima del toreo. Tuvo que viajar a México, al estado de Tlaxcala, para entrevistarse con el reconocido experto taurino, el maestro Zavala.
-“Si le gustas y reconoce que estás serio con lo del toro, él te puede ayudar,” le dijo Pepe.
Y así fue, de otra manera, no habria nada que festejar. El maestro Zavala reconoció que José Manuel tenía afición y pasión. “Pero," le dijo él, "no es suficiente tener afición, chamaco. Para ser torero y ser el mejor, tienes que tener ganas, sacrificar, y trabajar muy duro para lograr un sola oportunidad. Si haz de ser torero, el toreo tiene que ser tu vida; pero hay que hacerlo con respeto, integridad y verdad. ¡Sé el mejor, o regrésate a casa!
Esa misma noche José Manuel estuvo de vigilia y ayuno. Al día siguiente dijo, “Maestro Zavala, anoche quemé mis barcos.” El maestro Zavala comprendio la referencia, y sonriendo dijo, “Bien has dicho, Manolo.” -¿Qué, maestro? ¿Cómo me dijo? -“De hoy en adelante eres Manolo Cámara.”

(originalmente publicado en www.soleado.org bajo el título "Afición y Un Pasodoble" por Manolete-je)

Tuesday, April 17, 2007

The Importance of the Exodus

The Importance of the Exodus
(by manolete-je)

Dear Readers! What is the importance of the Exodus? As the song says, from the Prince of Egypt, "there can be miracles when you believe." What was the miralce? There were many, of course.
The exodus of Israel from Egypt is "miracle." It was a glaring testimony to the majestic, awesome, power of the One and only, living and true God, the LORD God of life- the God of the bible! He, who in a sense has no Name, is the over arching focus of the exodus. This, of course, does not lessen the importance of the many lessons we can and must glean from the exodus story. But, for the moment, I'd like to focus or think about what the overall important focus of the exodus is. (And yet, how can one over look the details? From Egypt to Sinai, and then the promised land; from Pesah or passover to what it is we celebrate in our Easter and Passover celebrations today, when we think about the exodus. Especially, our need to bow before the Lord, our Maker, and thank him for Salvation, and redemption- all, of course, fulfilled, perfectly in Jesus the Messiah, the Lamb of God).

For centuries the seed of Abraham called Him "El". For years, in English, the Jewish people spelled His name as G-D or G-d, so as to avoid invoking His Holy name in vain. For centuries "El" or "ELoHiM" was His name, in the Hebrew tongue- a descriptive title referring to His creative power as Creator of the Universe, the earth, and man. In English- God. "Theos" in Greek. "Deus" in Latin. He was also Named, in Hebrew, "ADoNai." A title stating that He is the LORD and KING of His creation. The God of the bible is both "Lord and God" of all that is.
But, it wasn't until God spoke to Moses, a prince in Egypt, yet a Hebrew, that God revealed or made known His identity and His name to his people. It was when Moses turned aside from tending his flocks to observe the bush that burned, but was not consumed, that he met God, and heard Him speak. He heard the Voice of Him who had no Name and who was invisible. God said, "I aM the GoD of your fathers, the God of Abraham, and the God of Isaac, and the God of Jacob." And so G-d (ELoHiM) revealed Himself or made Himself known to Moses (MoSHe). God eventually told Moses He was sending Him to Egypt and to Pharoah to command him to let Israel go. And so, the man Moses (another story in itself) obeyed the voice of God and went.

But, in the course of that amazing, space and time, communication, as Moses stood before that burning bush, God spoke to a man- to the man Moses whom He had set apart and comissioned for a most important mission. The man Moses, dared to ask the creator an all important question: "And whom shall I say sent me?" I like the King James translation at that point! God's answer was clear and authoritaive: "I AM That I AM." "Thus shall you say unto the children of Israel, 'I AM' has sent me unto you." Furthermore, God went on to tell Moses that until now he had not revealed Himself by His Name. God went on to say: "Thus shalt thou say unto the children of Israel, The LORD God of your fathers, the God of Abraham, the God of Isaac, and the God of Jacob, hath sent me unto you: this is my name forever, and this is my memorial (Name) unto all generations." (Exodus 3:15).

As some of you well know, God declared Himself to be "The LORD God." LORD God is His proper title Name or The Name (Ha SHeM). Specifically, in Hebrew, God used the word YHWH. This is His Name- YHWH. Related, especifically, to His declaration "I aM." God used His Name in conjuction with His title "El" or "ELoHiM." YHWH, commonly known as the Tetragrammeton, is translated as "LORD" in English and in capitals. ("ADoNai" is translated as "Lord" without caps).
So God revealed His memorial Name to Moses for all generations- "I aM" (meaning the Self-Existent One) and YHWH. The Hebrew language, of course, has no vowels. Because of the desire to not take G-ds (ELHM) Name in vain the Hebrews eventually, apparently, lost or forgot how to pronounce the Divine Name. So today, depending where the vowels are placed, God's Name is known as YeHoWaH or YaHWeH. With time, depending on the evolution of the language, lettering, and pronouciation, the Hebrew sound "W" (Shewa) became the "V" (Vav) sound, hence spelling God's Name as "YeHoVaH". Similarly, the "Y" (Yod) sound became a "J" sound, hence the spelling "JeHoVaH" or Jehovah. Many scholars, today, seem to think the Name is YaHWeH or YaHVeH.
The importance of all this, dear friends, is God's self-revelation! For there does the miralce begin. In the story of the exodus and God's self revelation we come to understand Who God Is and What He Is like. God, the LORD God, revealed Himself in all His awesome wonder and power! Both through what He did and what he said. What more can be said? Well, that it really happened in space and time! But, more thoughts on all this later.

But please, friends, what do think? Please let me know. I'd like your feed back. What's the importance of the Exodus? God bless.

Truth And One Man's Realization: An Easter Tide Meditation

Truth And One Man's Realization: An Eastertide Meditation
by Manolete-je

Originally published in Spanish at www.soleado.org)

It was early and the sun was now lit. The governor was pensive as he strolled, slowly, in the upper balcony, enjoying the warm sunlight in his robe. His worn out thoughts could no longer bear the strain or resolve the matter. He was at his wits end and at the border of desperation. He anxiously awaited Claudia’s return. She was the only one who could help now and give him a semblance of peace. His famed shrewdness and mental quickness were only the distant memory of a once lucid military career. But now, he was constantly surrounded by a multitude of confusing doubts, and a tormented conscience. He still suffered insomnia and terrifying nightmares. Occasionally, the anguish was incessant. “What’s happening to me? Why?” Although he had been irreligious, in his dreams he’d shout out, “Apollo, help me!”
His servant, Dionysius, having noticed him, quickly came to tend to his master. “Good morning, my lord! What a nice morning it is today! I hope you had a better night last night.” “Yes” said Pontius, despite the fact he was deeply saddened and desperate for many nights now. “I’m a Roman!” he thought within himself, “I must stand firm.” Yet some thoughts escaped his mind and reached his tongue, “Until this morning.”
He was mindful of who he was and had been- Pontius Pilate! The celebrated governor of Judea! He was in his villa on the isle of Capri for the summer, hoping to regain his fortitude. And yet, though rested, he was pressured, battling desert nightmares. His physicians had prescribed total rest. “How’s it possible?” he thought. It had been little more that four and half years now since that fateful day. Besides, he was far from Palestine, and from the awful, tumultuous Judean desert. Still, his soul and conscience where far removed from peace. He felt forever imprisoned in the lonely silence and the wilderness of his Roman mind. “I don’t know what to think and feel anymore” were the last words that escaped Pilate’s mind.
He felt older than ever this morning. His famous vigor and the characteristic poise of a Roman leader had left him now. The growing beard seemed to accentuate the rough state of mind he was in. Rome was power and Rome had been his god! His unscrupulous tactics had landed him an ambitious military career, which had been his dream as a boy. Yet, his human successes and the achievement of his dream had now brought him to the brink of a mortal battle. As Pontius wrestled with his psyche, Dionysius humbly interrupted the silence:
-“If my lord wishes, breakfast is ready.”
- “Dionysius, I’m not hungry this morning, but I would enjoy some lemonade.”
- “As my lord wishes.”
As Pilate sat down Dionysius noticed the governor was not well. Drawing near to Pilate, he feigned to wipe-off the already clean table, and hoping to distract the governor from his concern he said, “In truth it’s been sometime since you deserved that tribute! In my opinion Rome doesn’t always value the truth.” Ironically, without malice, or forethought, desiring to cheer up the governor, Dionysius, nailed an acute jab on his distraught lord. Once again, Pilate’s thoughts escaped his mind, and reaching his lips he asked, sadly, yet sarcastically, “Quitas veritas . . . What is truth?” Suddenly, he raised his voice to reprove his servant, “Dionysius, mind your place! Rome . . .” As he was saying ‘Rome’ Dionysius quickly said: “Forgive me, my lord! I stand rebuked. I’m sorry, I forgot my place.” Pilate said nothing now.
Then it happened! Pilate began to re-live the ordeal in his mind- as in a dream or trance. He remembered the moment and the place as if it were yesterday. In an instant of time and space he remembered that sarcastic retort of a question- that of a Roman governor at the height of his pride and prowess and in full authority. Yet, in all conscience, now, it had been an undeserved, but cynical sarcastic retort. Overall, Pilate recalled the wounded face of the Galilean. Such now was the vividness of it all that he stood up, said, and asked, “So you are a King then?” Pilate stood dead quiet, but attentive, as if listening to someone speak. The words rubbed the fibers of his memory: "You say that I am a king. For this purpose I was born and for this purpose I have come into the world to bear witness to the truth. Everyone who is of the truth listens to my voice." Pilate turned around, and as if to walk away, taking a step forward toward the house, he said it again: “What is truth?” He deliberately walked into the house and in a pronounced voice of authority he said: “I find no fault in him.” The breeze seemed to whisper the governor's pronoucement as it blew by.
By now, Dionysius stood confused and frightened. He had stood still before the whole silent, yet audible scene. In his fear, yet so as to understand his master, he followed Pilate into the house before a large marble living room, and he dared ask, “Forgive lord, where you speaking to me?” That warm sunlit morning began to pinch now with its warm heat. Yet a gentle breeze off the beach strolled through the house. Immediately Pilate realized he had been inside himself deep in thought: “Dionysius, I thirst.” “O! I’m so sorry, my lord.” Slowly, Pilate sat down. Again his thoughts immersed him. At once he felt the weight of that long ago day. Pontius sighed deeply, inclined his head in thought and whispered “I found no fault in Him.” He closed his eyes, strained now from the stress. Again he seemed to re-live the day. He vividly remembered the burning envy and hatred of the Chief Priests, the elders, the Pharisees and the Scribes. Their words spiked his now painful memory: “We have a law, and according to that law he ought to die because he has made himself the Son of God!"
Pontius remembered the fear he had felt that day. As in a panic, he stood up to try and keep his trembling in check. At that moment, as the words seared his psyche, as if back in the Praetorium, in the governor’s headquarters, fear gripped and besieged his heart. He slunk back into the chair as his legs gave way. Again, his servant interrupted the now screaming silence:

-Your lemonade, my lord.

- Dionysius, you believe in the Christians, don’t you? You are one of them? Are you not?
Dionysius was taken aback and feared for his life. He bowed humbly and said, “Forgive, my lord, but why ask me now?” As Pontius said, “Dionysius,” he quickly answered, “Yes, lord” with a gesture of humility. Pontius continued, “Was Jesus the Nazarene the Son of God?" Dionysius, surprised, though fearful for his life, handed Pontius the lemonade. Pontius looked intently into Dionysius eyes at his level. Dionysius, fearful, deliberately sat down- he felt awkward doing what he’d not done before. “My lord, I have faithfully served your grace now these many years; I would like you to know . . .” Pilate quickly stood up and sternly interrupted his servant, and straightforwardly commanded him to give answer without forethought. “Dionysius! No ceremony! Let’s have it now, the truth!” Dionysius, slowly standing up, yet again, serious, fearful, but respectful, and with a tender peaceful look, he stood before the governor and slowly said, “You have said it.” Pilate, when he heard these words, as if re-living his past, was even more fearful. Then, without a word, and with a gesture of unspeakable words, Pontius looked at Dionysius yet again. They both smiled. Dionysius, fearfully content, thought, “Finally!”
Pontius quietly sipped his lemonade, then walked out onto the balcony. He looked out over the his balcony's beautiful view and straighted up in Roman character. He then walked down the stairs heading toward the beach. Dionysius found it strange Pontius had not said a word about going to the beach or having asked for his customary beachside comforts. “He’s going for a walk, alone, is he?” he thought.
Sadly, the governor was never seen again nor his body found. On the sand the servants could distinctly observe the footprints as they retrieved the robe and the sandals. On his way out, Dionysius cried, prayed, and thought, “How oft did I not show him the truth?”

Wednesday, April 4, 2007

Verdad: Cuando Poncio Reconocio Lo Que Perdio - Una Meditación de Semana Santa

por Manolete-je


(Originalmente publicado en www.soleado.org)

Era temprano, y el gobernador, pensativo, se hallaba andando por la terraza, gozando del cálido sol del día en su túnica de dormir. Sus pensamientos, agotados, ya no podían resolver el asunto. Estaba ya al borde de la desesperación. Ansiosamente anhelaba el regreso de Claudia. Sólo ella podía asistirle y darle alguna semejanza de paz. Su reconocida perspicacia y rapidez mental eran sólo el recuerdo de una lúcida carrera militar. Una profunda muchedumbre de dudas confusas le atormentaban la conciencia. Todavía padecía de insomnio y de horribles pesadillas. Ocasionalmente la angustia era incesante. "¿Pero qué me pasa? ¿Por qué? ¡Apolo, ayúdame!" Gritaba en sus sueños. Su sirviente, en cuanto le vio, enseguida se allegó a atenderle.
-¡Buenos días Señor Gobernador! ¡Qué linda mañana hace hoy! - Espero que la pasara mejor anoche. - Sí, contestó Poncio, a pesar de que estaba profundamente triste y desesperado. “Soy romano, tengo que ser fuerte,” pensó a sí mismo. Pero algunas palabras se le escaparon de la mente y llegaron a su lengua: "Hasta esta mañana," respondió él.
Poncio, quien fuera el celebre gobernador de Judea en la Palestina, veraneaba en su villa en la isla de Capri. A pesar de hallarse descansado, todavía sufría y padecía de pesadillas. Los médicos le habían recetado un reposo prolongado total.
"¿Cómo es posible?" Se preguntó. Ya habían pasado poco más de cuatro años y medio desde ese día. Además, se encontraba lejos de la Palestina y del horrible y tumultuoso desierto de Judea. Pero, aun así, su alma y su conciencia no estaban en paz. Pensaba estar preso para siempre en el silencio y en la soledad de su mente desierta.
- "Ya no sé qué pensar y sentir," fue la última frase que se le escapó de la mente.
Esta mañana se sentía más viejo que nunca. Su famoso vigor y porte de líder romano se le escapaban. Una carrera ilustre militar había sido su sueño desde la juventud. Aparentemente el haber logrado su ambición con éxito lo trajo ahora al borde de una batalla mortal. Mientras luchaba con su mundo psicológico, Dionisio interrumpió el silencio:
-El desayuno está listo cuando usted guste, mi Señor. - Dionisio, no tengo hambre esta mañana, perdón; pero, se me antoja un agua de limón. - Lo que usted mande, contestó su siervo. Dionisio se había dado cuenta que su señor no estaba bien. Llegándose cerca del gobernador, hizo por limpiar la mesa y dijo, "En verdad hacía tiempo que usted merecía ese tributo, a mi juicio Roma no siempre reconoce la verdad."
Irónicamente, Dionisio, sin querer, por motivo de alentar a su señor, le clavó una punzada aguda a Pilato. De repente, las palabras se le escaparon otra vez y repentinamente Poncio contestó:
-¿Quitas veritas? (¿Qué es verdad?). . . "¡Dionisio, recuerde su lugar! Roma . . ."
Mientras decía ‘Roma’ Dionisio contestó rápido:
-¡Perdón, mi señor! Tiene razón, perdóneme, perdí la mente.
En aquel momento Pilato recordó la escena, como si fuera ayer. En ese momento recordó aquella pregunta - en aquel entonces la respuesta de un gobernador romano en todo su derecho; pero, una respuesta cargada de un sarcasmo cínico. Sobre todo, recordó el rostro herido del Galileo. Fue tan vívido el recuerdo que Poncio se enderezó y dijo:
- ¿Así que tú eres rey?
Poncio quedó callado y atento, como escuchando a alguien hablar . . .
- “Tú dices que soy rey. Para esto yo he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.”
Poncio se paró y dándose la vuelta dijo:
- ¿Qué es la verdad?
Luego, Poncio entró a la casa . . . y pronunció:
- Yo no encuentro ningún delito en él.
Dionisio, algo confuso y asustado, había quedado en silencio total ante la escena. En su temor, haciendo por entender al gobernador, entró a la casa y se atrevió a preguntar:
-Perdone, mi Señor, ¿me hablaba a mí?
El sol de la mañana comenzaba en aquel momento a picar, pero soplaba una leve brisa del mar que entraba a la casa. Instantáneamente Poncio recapacitó.
- ¡Dionisio, tengo sed!
-O, perdón, mi Señor.
En ese momento, Poncio sintió todo el peso de aquel día. Suspiró, y se dijo, “No hallé ningún delito en él.” Rápidamente se encontró como en un trance. Recordó las palabras de los líderes judíos.
- "Nosotros tenemos una ley, y según esa ley él debe morir, porque pretendió ser el Hijo de Dios." Entonces Pilato, al revivir el momento, cuando oyó estas palabras, se atemorizó aún más.
Así fue aquel día también- se había atemorizado bastante; y así era de nuevo ahora. Nuevamente Dionisio interrumpió su lucha:
-Su agua señor. - Dionisio, ¿tú crees en los cristianos? ¿Eres uno, no?
Dionisio, sorprendido dijo, “Perdón, mi Señor, pero ¿por qué me hace esa pregunta?”
-Dionisio . . .
“¿Mi, Señor?” contesto Donisio, con gesto de humildad.
Poncio le pregunto, "¿Jesús pretendió ser . . . o fue el Hijo de Dios?"
Dionisio, sorprendido y serio, le acercó el agua a Pilato. Éste le miró atentamente.
-Señor mío, yo le he servido fielmente estos años, y deseo que usted
sepa que . . .
Poncio interrumpió y firmemente ordenó a su siervo:
-¡Dionisio! Sin rodeos, ¡la verdad!
Dionisio, nuevamente, serio, asombrado, y con temor a su vida, pero con una tierna y placentera mirada, replicó deliberadamente y con todo respeto:
-Tú lo has dicho.
Entonces Pilato, como si se repitiera la historia, cuando oyó estas palabras, se atemorizó más que nunca. Sin decir cosa alguna, con un gesto de palabras indecibles, miró a su siervo. Ambos sonrieron. Dionisio, alegre, pensó, “¡al fin!”
Poncio salió a la terraza y bajó por las escaleras, rumbo a la playa. Le extrañó a Dionisio que Poncio no hubiera dicho nada, anteriormente, de ir a la playa, o que hubiera ordenado preparativo alguno. “¿Ira sólo a caminar?", se preguntó.

Tristemente, no volvieron a ver al gran gobernador, ni hallaron su cuerpo - sólo vieron la huella de sus pasos en la arena al recoger sus sandalias y su túnica de dormir. Antes de salir, Dionisio oró y lloró. Pues, ¿cuántas veces no le había intimado la verdad?

(English translation may be available at a later date)