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Thursday, April 19, 2007

Afición A Compás de Pasodoble

AFICION A COMPAS DE PASODOBLE (por Manolete-je)
¡Afición! Palabra apropiada para identificar la afición y pasión de un joven mexicano. Ésta no es la historia del gran Manolo Cámara “El Camarero” sino una breve mirada sobre la afición y la pasión de un joven; la cual le condujo, a compás de un pasodoble, últimamente, al éxito y a la cima de su profesión. Pero, en comparación a tantos otros jóvenes, ella le mantuvo en la cima. Él puso todo el afán y amor, con ganas, pasión, respeto, integridad, sacrificio, y sobretodo, verdad- especialmente cuando parecia que no llegaria a nada. Cómo y cuando le pegó a José Manuel la afición no es fácil precisar. Aparentemente la fiebre taurina le comenzó temprano, en su niñez. Pero que le pegó, y ¡qué le pegó fuerte! No cabe duda. Cada domingo, durante el verano y a partir de noviembre, sea por tele o por la radio, ¡a las cuatro en punto de la tarde! al son de los clarines y “Cielo Andaluz”, Manolo, como se le llegaría a llamar más adelante, no se perdía ni una sola transmisión.

En el verano de 1968, ya sumando los doce años de edad, José Manuel y su familia regresaron a México. El padre de José Manuel, Don Manuel Enrique Cámara, fue enviado, por su empresa, a inaugurar el hotel Aristos, recién construido para las olimpiadas, y localizado sobre el Paseo de la Reforma. Vendieron la casa, y contrataron a una compañía de mudanza para llevar sus muebles a México. Hasta entonces, desde las Navidades de 1960, habían tomado residencia en Texas, y luego en California- en la ciudad de Long Beach. Llegado el día de irse, la familia tomó un vuelo a México, por la línea “Western”. Para José Manuel y sus hermanos, Esteban y Enrique, fue apenas la primera vez que conocerían lo que era volar por un ¡DC-10! Estaban entusiasmados, puesto que se habían acostumbrado a la publicidad- “Western Airlines, the only way to fly.”
Para Don Manuel y su señora, Linda, ambos de 37 años de edad, fue un sueño cumplido el poder volver a su México lindo y querido. No habían considerado poder volver tan pronto. Los niños, aunque nacidos en la ciudad de México, no conocían a su país, y aunque sí hablasen el español, entre ellos se hablaban sólo en inglés. Don Manuel volvía con la gran oportunidad de trabajar en dos hoteles, el Aristos y el Montejo. Más aún, ahora volvía como gerente. Había trabajado en la gastronomía desde los nueve años de edad, cuando falleció su padre, y se tuvo que dedicar a trabajar para ayudar a la familia. Tenía cinco hermanos, y dos hermanas. El era el quinto. Y, como se suele decir, “no hay quinto malo.” Toda la familia tuvo que trabajar. Manuel, y dos de sus hermanos mayores, Domingo y Esteban, se dedicaron a trabajar en restaurantes, cafés, locales, y bares. Con la ayuda de sus hermanos, Don Manuel comenzó a trabajar de garrotero en un café local en Tlalpan. Manuel aprendió rápido, y pronto llego a trabajar de mesero o camarero. (Con el tiempo, años después, en los Estados Unidos, llegaría a ser gerente de alimentos y bebidas). Es por esta razón, que a José Manuel se le daría el apodo “El Camarero.” El reconocido poeta español, Rafael Acevedo, llegaría a escribir, “el cartel chilla los nombres, sobre la blanca paré” Enrique Ponce, “El Juli” y El Camarero.

Al comienzo, ya establecidos en México, los señores Cámara y la familia, especialmente la Sra. Linda, no ponía mucha atención o no se había dado cuenta del volcán de afición que nació en José Manuel.
-“Es cosa de chicos, pronto se le pasara,” solía decir la doña. - “Si no es una cosa es otra,” decía ella. - “Así son los niños; si no es el béisbol, es el fútbol o los toros.”

Fue también, entonces, que José Manuel aprendio a leer el español. José Manuel y sus hermanos entendían el idioma, y lo hablaban, pero no lo habían estudiado. Pero, en el caso de José Manuel, fue cierto el dicho, “el interés lleva patas.” Fue en aquel tiempo que la afición le pegó duro. José Manuel se dedicó a leer y estudiar todo lo pertinente a la fiesta brava, ¡la fiesta de los toros! Se devoraba todo cuanto podía obtener - revistas, periódicos, y libros sobre el asunto, en inglés como en español - pues ni existía todavía la idea del Internet, videos o el DVD. Lo que sí era novedad en México, aquel año olímpico, fue la llegada del televisor a color. Pero, José Manuel pasaba tiempo leyendo y escuchando música taurina, especialmente los grandes pasodobles - como "La Virgen de la Macarena", "España Cañi", "Cuerdas de mi guitarra", "Cielo Andaluz", y "Torero Quiero Ser", su predilecto. Le encantaba también la música flamenca y la guitarra; tanto, que le dio por aprender a tocarla. Manolo quería conocer las hazañas de sus toreros favoritos, y soñaba ser torero. Pasaba tardes jugando a los toros, lo que se llama el toreo de salón, con quien pudiera - obligando, casi, a sus hermanos y compañeros a que le sirvieran de toro. Desarrolló, aún, buena destreza en el dibujo, pues quería poder dibujar y pintar escenas taurinas. Leía, y leía al son de los pasos dobles. Sobre todo, leía de su héroe y su ídolo, Manolo Martínez. Pronto aprendió de otros- como de Manuel Rodríguez “Manolete”, el Monstruo de Córdoba, de Carlos Arruza, El Ciclón; y de Luis Castro, el Soldado; de Silverio Pérez, Juan Silveti, Luis Procuna, y Lorenzo Garza. Le encantaba que papá le contara como él y sus tíos habían visto a Garza, el Soldado, a Solórzano, a Fermín Rivera, a “Armillita” y Arruza.
-Pero, de todos, Carlos Arruza fue el mejor, le decía papá. - “Sólo Arruza le daba a Manolete.” - “¡Papi! Llévame a los toros,” exclamaba el chico con gran pasión- especialmente cuando se anunciaba a Manolo Martinez, Eloy Cavazos, y Curro Rivera.


Mamá se dedicaba a lo que se dedican las mamás. Parece que todo el día se la pasaba en la cocina. Ella era buena esposa y buena madre. También era la que se dedicaba, mayormente, a la disciplina y la crianza de los hijos, pues papá se dedicaba a "primero lo que deja" como solía decir. En aquel entonces, mayormente, las madres se involucraban más que el padre en la crianza de los hijos - en todo y en tantas maneras, sobre todo en que fueran buenos cristianos. Pero papá, a su manera, tierno y firme, también los moldeó. Jugaba mucho con ellos.

Al fin llego el día. Papá, cumplido, lo llevo a los toros; pero fue toda la familia.
-“A dónde va uno, van todos,” decía papá. Esa era “la” regla.

La ciudad de México está en el estado de México. La ciudad entera consiste de muchas colonias y ciudades o regiones pequeñas adjuntas la una a la otra. Los Cámara vivían en la colonia Nápoles, llamada la ciudad de los deportes, localizada cerca de la calzada Insurgentes Sur. Nápoles, en aquel entonces, era un centro deportivo. Se le llama la ciudad de los deportes por ser anfitrión de dos facilidades - el estadio de fútbol y la Plaza Monumental México, la plaza de toros; llamada el “Coso de Insurgentes.” La Plaza México es la plaza de toros más grande del mundo, teniendo cupo para más de 50.000 mil espectadores. Fue inaugurada en febrero de 1946 y sigue siendo, después de la plaza de toros Las Ventas de Madrid, la más importante del mundo. Se dice que en el mundo de los toros hay dos capitales- Madrid y México.

Años después José Manuel describió aquella salida a los toros:
-“Ese verano olímpico fue el más emocionante de mi vida.” -Fue un día bello y emocionante, un día lleno de gran entusiasmo. La anticipación de ir a la plaza es semejante a la anticipación de una criatura esperando que llegue Santa Clos. Imagínate, ¡sentir algo más grande que eso! ¿Es posible? Para muchos jóvenes, como yo, en aquel entonces, sí lo era. Y lo fue para mí. Es tan emocionante que se asemeja a los fanáticos del béisbol en Nueva York corriendo para ver a Babe Ruth. Pero, para mí, y para mis compañeros era algo aún mayor que ver al Sultán del ‘Swat’! El deseo de ir, ver, e involucrarte en la fiesta es semejante al deseo de ir a ver a tu novia. La fiesta de los toros es un espectáculo, es un evento más espectacular que un circo o un rodeo; es un deporte, pero más todavía; es un arte, y un evento apasionante. Pero, para un chamaco, era simplemente el entusiasmo de gustar el toreo, y ver el coraje y el porte del torero en el ruedo, al igual que la nobleza y bravura de 500 kilos macizos de un bravo, pero peligroso, cornúpeta. Más aún, se goza del ambiente con el público, tu familia, y tus amigos. ¡Se goza la enorme plaza de toros México! Se goza el sonido del ambiente, dentro y fuera de la plaza, como el olor de comida en los bares y cafés alrededor de la plaza. El rumbo para encaminarte hacia ella, antes de entrar, te entusiasma. Para mí, ver las paredes del enorme coso, los monumentos, y sus rejas rojas fue imponente. Al estar dentro, se goza de sombra y sol, de anticipación, y de la música. ¡Se goza el son de las trompetas! Y el son de los clarines a las cuatro en punto de la tarde. A esa hora casi mágica, en esos momentos, salen a la puerta de cuadrillas los toreros, los Matadores de toros, como Caballeros andaluces- revestidos en sus resplandecientes trajes de luces. En ese momento, cae sobre la Plaza México un silencio total- casi de un minuto. Y de repente el silencio estalla cuando se escucha el trueno de la banda taurina entonando el pasodoble "Mi Cielo Andaluz". En ese mismo momento también, toda la concurrencia, a una voz se une en cantar, como un coro musical, un grito alargado de ¡ole! Ese grito es como un estallido; es un rugido de ¡ole! En ese instante los toreros y sus cuadrillas desfilan, al compás del pasodoble musical, para iniciar el festejo. Supe, en aquel momento, en lo profundo de me corazón, que yo quería ser torero.

Llegado el año ’70, papá y mamá se dieron cuenta que la afición de José Manuel era más que un pasatiempo.
-“Papá, ¡quiero ser torero!” - “No, José, no sabes lo que dices.” - “Mamá, voy a ser torero.” - “Válgame Dios, que locura hablas, hijo mío,” dijo ella, con cierto temor.
Pero, Manolo, ya de 15 años, estaba decidido.
-“Apenas estoy en edad,” pensaba con sí mismo.
Pues había leído, hace tiempo, que idealmente el matador debe contar de 25 años, y el toro de 5 años y 500 kilos. “Todavía no es tan tarde para mí,” pensaba él.
Ese mismo año, por varios motivos, los Cámara decidieron volver a los Estados Unidos. Don Manuel y su señora tenían el deseo de volver. Además, José Manuel y sus hermanos no pudieron con el nivel académico de México. Don Manuel pidió a la empresa el poder trabajar en Estados Unidos. Con tiempo, se le concedió a Don Manuel la oportunidad de trabajar en un fino hotel en El Paso, Texas, con la corporación Downtowner. En cosa de meses, pues, todo salió adelante, y la familia Cámara se encontró en Texas. Don Manuel ganaba muy bien, y vivieron sin apuros. Con tiempo lograron volver California.

Sobraría espacio, en este relato, recordar la lucha y el éxito de José Manuel en sus detalles. Pero ello sería la historia del Matador, y no la afición y pasión de un joven, que a compás de pasodoble, llegó a ser el número uno. Al fin llego el día cuando papá comprendió la integridad del hijo, a pesar de la oposición de mamá, y le dijo: “¡Sé torero, pues, pero sé el mejor, o no seas nada!” Manolo entendio que eran palabras serias, pero sabias. Con el apoyo de papá, y la ayuda de su tío Pepe, Manolo emprendió el camino hacia la cima del toreo. Tuvo que viajar a México, al estado de Tlaxcala, para entrevistarse con el reconocido experto taurino, el maestro Zavala.
-“Si le gustas y reconoce que estás serio con lo del toro, él te puede ayudar,” le dijo Pepe.
Y así fue, de otra manera, no habria nada que festejar. El maestro Zavala reconoció que José Manuel tenía afición y pasión. “Pero," le dijo él, "no es suficiente tener afición, chamaco. Para ser torero y ser el mejor, tienes que tener ganas, sacrificar, y trabajar muy duro para lograr un sola oportunidad. Si haz de ser torero, el toreo tiene que ser tu vida; pero hay que hacerlo con respeto, integridad y verdad. ¡Sé el mejor, o regrésate a casa!
Esa misma noche José Manuel estuvo de vigilia y ayuno. Al día siguiente dijo, “Maestro Zavala, anoche quemé mis barcos.” El maestro Zavala comprendio la referencia, y sonriendo dijo, “Bien has dicho, Manolo.” -¿Qué, maestro? ¿Cómo me dijo? -“De hoy en adelante eres Manolo Cámara.”

(originalmente publicado en www.soleado.org bajo el título "Afición y Un Pasodoble" por Manolete-je)

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